Tupperware

Brownie Wise no vendía tápers.

Vendía una puta excusa para que las mujeres de los 50 salieran del aislamiento de sus casas sin que sus maridos les montaran el pollo.

“Cariño, voy a ver unos recipientes de cocina” sonaba mucho mejor que “voy a tomarme un gin-tonic con las vecinas y a quejarme de ti”.

Lo que convierte un producto del montón en un fenómeno no es el producto. Es el contexto social que creas alrededor.

Porque seamos sinceros, un táper es un táper.

Sí, cerraba hermético y tal, pero no era el iPhone.

Era plástico moldeado.

Lo que Brownie entendió —y aquí te va la lección de oro— es que la gente no compra cosas.

Compra momentos, compra pertenencia, compra la sensación de estar en algo con otra gente.

Las Tupperware Parties eran mini-eventos donde pasaban tres cosas mágicas a la vez:

Uno: Te sentías parte de un grupo. No eras una pringada sola en tu cocina mirando tápers en un catálogo. Estabas con tus amigas, con risas, con cotilleo, con café y pastas. El producto era casi secundario.

Dos: Veías el producto en acción. No te lo contaban. Te lo demostraban. Brownie hacía trucos con los tápers como si fueran de magia: los tiraba al suelo, los llenaba de líquido, los agitaba como una coctelera. Y tú flipabas porque “joder, sí que cierra bien el cabrón”.

Tres: La que te lo vendía no era una dependienta acartonada. Era tu vecina. Tu cuñada. Tu compi del trabajo. Alguien en quien confiabas. Y cuando alguien de confianza te dice “tía, yo tengo tres en casa y me han cambiado la vida”, te lo crees. Porque no hay anuncio en el mundo que compita con eso.

Esa es la bomba del boca a boca, no es marketing, es confianza distribuida.

Ahora salta 70 años.

El mundo ha cambiado, pero la psicología humana sigue siendo la misma.

La gente sigue queriendo sentirse parte de algo. Sigue confiando más en personas que en marcas.

Y sigue comprando cuando la experiencia es social, cuando hay conversación real, cuando no huele a venta prefabricada.

El problema es que hoy todo el mundo está obsesionado con “hacer viral” su mierda.

Postear, postear, postear.

Rezar para que el algoritmo les sonría.

Crear contenido que nadie pidió con la esperanza de que “alguien lo vea”.

Y mientras tanto, ni una conversaciones.

Ni una conexión.

Nada de fiestas del Tupperware.

Y aquí está el quid de la cuestión, si Brownie Wise viviera hoy, no estaría rogando por likes. Estaría abriendo conversaciones directas con la gente que de verdad le interesa.

Y eso es exactamente lo que pasa en LinkedIn cuando lo haces bien.

No se trata de ser influencer.

Se trata de montar tu propia fiesta del Tupperware digital…

Identificar a las personas correctas, iniciar conversaciones reales, demostrar valor sin vender todavía, y generar confianza hasta que la venta sea una consecuencia natural.

No un asalto.

Pero claro, nadie te enseña eso.

Te dicen “sube contenido” y “sé auténtico” y te quedas ahí, posteando al vacío como un gilipollas, esperando que pase algo.

Por eso he montado un webinar gratuito el 15 de octubre a las 11:00h donde te enseño exactamente ese sistema. No se trata de crear contenido viral. Se trata de abrir conversaciones. De montar tu propia fiesta donde la gente quiera estar.

60 minutos donde verás:

➛ Cómo identificar a tu cliente ideal en LinkedIn sin perder horas
➛ Las 3 señales de compra que te dicen cuándo contactar y cuándo no
➛ Cómo usar la IA para personalizar mensajes en 5 minutos sin parecerte a Robocop
➛ El framework completo para pasar de conexión a reunión

Además, al registrarte te llevas directamente todos estos bonus para abrir boca:

✓ La Pieza Única (diferénciate en 30 segundos)
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Y la grabación completa una vez que finalice el webinar.

Regístrate gratis aquí.

PD: Cuando dejas de necesitar que LinkedIn funcione, es cuando mejor te funciona. Igual que las fiestas del Tupperware: cuando dejas de vender y empiezas a conectar, la venta llega sola.